jeudi 21 octobre 2010

Versión española (X) : Lista como ninguna

La fecha del saneamiento de primavera está fijada. Los vaqueros saben que tienen una semana para realizar una de las faenas más complejas. Traer las vacas de vientre del campo al cortijo. Tarea ya complicada en sí, este año va a resultar todavía más difícil engañarles ya que el pasto abunda todavía en la dehesa. Hartas de comida, la única forma de despistarlas esta vez será con el agua, o mejor dicho con la privación de agua. Les cortamos el acceso al pantano de la Laguna y el aprovisionamiento en agua del pilar de la Zahúrda.

A los tres días, con las altas temperaturas del mes de junio, se nota que les “pica” la sed. Empezamos a llevar agua con una pipa. Así, “enganchándolas”, las vamos acercando a los corrales, de pequeños grupos a piaras más numerosas. Al final, parece que todo el ganado está cogido. El mayoral hace un recuento y se da cuenta que faltan dos vacas.

El primer día del saneamiento, pasamos las vacas una por una por la mangá y hacemos la comprobación. Efectivamente, no han pasado las vacas 875 y 889, Trabuca y Tordita.
El mayoral piensa que siendo vacas de más de quince años, seguramente hayan muerto. El vaquero más antiguo sonríe. Sabe que todos los años pasa lo mismo con estas dos vacas. Llegado la hora del saneamiento, desaparecen y se esconden.

El mayoral insiste en sanearlas a toda costa. Los vaqueros las buscan durante tres días. Repasan los caños, buscan huellas, … No se entiende como han podido quedarse tantos días sin salir a beber. Fisiológicamente, parece imposible. El mayoral esta convencido que han muerto.

Termina el saneamiento. Se sueltan las vacas a la dehesa. Después de la paliza de apartarlas, pincharlas, arrearlas, desparasitarlas, … esta vuelta a la dehesa es una verdadera liberación para ellas. Al día siguiente, repasando la manada de vacas, el mayoral se queda helado. Están Trabuca y Tordita en medio de las demás, pastando, como si nada!
Han sabido esperar que terminara el follón para aparecer. No han bebido ni comido durante una semana para no dejarse ver. Cuando han notado que el jaleo de ruidos, chillidos, golpes y porrazos había terminando, han salido de su escondite. Memoria prodigiosa.

Después del primer momento de cabreo por haberse dejado burlar por dos vacas, el mayoral se serena y admira, una vez más, el espíritu de supervivencia de la raza brava y sobre todo de las hembras.

Vaca brava, lista como ninguna.

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